En un Mundo desconocido...
...un hombre escribió lo que sentía del amor, y así le quedó la carta de anti-amor:
Amor, querido lector, amor no es más que la manifestación de unos sentimientos hondos del corazón que sufre, pero entendamos sufrimiento no por aquello que nos hace mal, sino por aquello que hace cambiar. Un cambio que muchos agradecen, pero el humilde alma que habita en mi ser no comprende.
¿Qué necesidad tendría el saco de hueso que pronuncia estas palabras de llenar un habitáculo de su cuerpo para algo que no fuera necesario? ¿Cómo podría opinar mi espíritu que el amor es imprescindible en la vida si no es para saciar los deseos carnales de mi cuerpo? Para esto último no hace falta amor… sino un saquito lleno de oro ante el cual cualquier alma cándida se arrodillaría.
Cruel pueden sonar mis palabras para aquellos que creen ciegamente en algo que no se ve. Pero de acuerdo estará conmigo usted que los sentimientos no son otra cosa que imaginaciones de un alma anhelante.
Desde luego que sólo hay que mirar a nuestro alrededor para comprender que las almas anhelantes habitan cada palmo de esta tierra, cosa que no necesariamente significa algo bueno o malo, simplemente es una realidad que se produce en este mundo tan amoroso.
Pero si tuviera que expresar la opinión que me oprime el pecho más de una boca se quedaría abierta al saber que mis pensamientos van por derroteros opuestos al amor con una velocidad tan suprema que un científico conocedor de la velocidad de la luz sabría que yo la superaría multiplicado.
Mis razones están ocultas en mi ser y no quisiera arrastrar conmigo a nadie que no tuviera un pensamiento propio que ocultar. Y usted se preguntará cómo podría encontrar de tal manera a alguien a quien confesarle mis motivos, pero siento mucho decepcionarle ante mi persona para descubrirle que no necesito a nadie a quien confesar lo que pienso. No creo en el amor, porque no creo en la comprensión, por lo tanto no necesito ni amor ni comprensión.
Cierto es que esto me ha llevado a una vida muy solitaria… y por ello usted se está alejando de mi compañía. ¿Entiende usted ahora por qué no amo? Simplemente no soy amado y ni intenciones tengo de serlo algún día.
No quiero conmigo la responsabilidad de satisfacer un alma con un espíritu encantador, porque jamás podré llegar a encantar a nadie al no conocer hechizo ni conjuro alguno para poder hacerlo.
Mi desasosiego no consiste en llenar de ilusiones a una persona ajena a mí. Egoísta puede sonar esto, pero egoísta es lo único que me ha enseñado la vida a ser, aunque vuelva a sonar cruel. Pero entenderá usted que un alma abandonada por desprecio de las personas que en un supuesto debieron amarle hasta la muerte no tiene otra cosa que preocuparse que por sí misma, ya sea por costumbre o por convicción.
Demasiadas explicaciones he presentado ante nuestro querido lector. Quepa saber que existen muchas más, pero que en otra ocasión las daré, cuando un alma curiosa me quiera conocer.