jueves, 23 de octubre de 2008

Montañas Lejanas

En un Mundo desconocido...

... había una niña pequeña que era muy feliz con sus padres. Vivían en un bosque verde con ríos azules y cristalinos donde se podían ver montañas marrones, blancas y muy muy altas.

La niña tenía un vecino que era su mejor amigo, pero era bastante travieso y, aunque ella era una niña obediente, hacía las travesuras con él siempre y cuando no desobedeciera en algo a sus padres.

Muy a menudo hablaban de lo bonitas que eran las montañas y de todas las cosas que harían si estuvieran allí.

Un buen día la niña cayó en la cuenta que nunca le habían prohobido ir allí sus padres y cuando les preguntaba por las montañas sonreían felices y le hablaban con alegría. Así que cuando tuvo suficiente edad para ir sola al campo se armó de valor para pedirles a sus padres una excursión a las montañas.

Fue entonces cuando vió la primera mirada triste de su padre en la vida. Por lo visto ya no podía volver a las montañas que le hicieron feliz alguna vez. Pero no le prohibieron ir a ella.

Al año siguiente, cuando soñaba con las montañas todos los días, no pudo contener el deseo de ir y se lo contó a su madre, que necesitaba ir a las montañas o su alma se moriría de pena.

La madre, para sorpresa de la niña, sonrió amablemente y le acarició la cabeza.

- Bueno, te voy a dar un secreto de familia.

Se fue a la habitación y volvió con un palo de madera.

- Cuando consigas diferenciar este palo de un palo cualquiera, estás realmente preparada para ir a las montañas.

La niña cogió el palo muy feliz y se fue a buscar a su vecino para contarle la noticia y que le ayudara con la diferencia del palo.

Estuvieron muchos días buscando cómo lo podían diferenciar de otros palos, o cómo encontrarlo en un montón de palos. Siempre fallaban o siempre se perdia y la madre de la niña tenía que venir a darles el palo que era del montón de palos que tenían.

Un buen día, cansados ya del palo, le dijo el vecino a la niña:

- A casa.

Repentinamente el palo se elevó del montón y se puso delante de los dos niños. Se quedaron alucinados, pero siguieron el palo y justo en el punto donde se separaban sus caminos, el palo volvió a caer al suelo.

Al darse cuenta de lo que había pasado, la niña fue corriendo a su madre para contárselo. Entonces la madre le contó que era un objeto mágico de familia y que podía guiarla en las montañas a donde ella quisiera ir. También podía cambiar de tamaño para servir de apoyo mientras caminara, o más grande aún para salvar obstáculos y le pidió que nunca se olvidara de él cuando fuera a las montañas. La niña aceptó encantada la condición porque le gustaba mucho el palo encantado.

El siguiente lunes llamó a su vecino para dar su primer paseo por la montaña, pero estaba castigado y no podía salir. Ella se debatía entre irse acompañada e irse sola, y mientras se decidía se pasó el día y se hizo de noche. Finalmente fue al día siguiente, y su vecino ya se pudo ir con ella.

Ahí se encaminaron ellos. En el linde de las montañas la niña le dijo al palo que quería ir a un sitio encantado. Allá que les encaminaba, cada vez por lugares más lúgubres de un bosque. Subían y subían y en cada parada admiraban los bellos paisajes que se les presentaban.

El pasiaje verde se convirtió en blanco, acompañado de un frío tremendo. A lo lejos apareció un bonito castillo de hielo y el bastón se paró en seco cayendo al suelo cuando se acercaron.

Ambos decidieron entrar para averiguar qué tenía de encantado el castillo. Las puertas se abrieron solas y las luces se encendían sin que nadie diera a los interruptores. Estaban muy asustados, pero siguieron adentrándose.

Finalmente se encontraron con una mujer congelada en un bloque de hielo. Era hermosa y parecía dormida. Decidieron ayudarla, pero no sabían cómo hacerlo. A la niña se le ocurrió la genial idea de pegarle con el palo. Lo convirtió en bastón con una orden y arremetió contra el bloque al instante siguiente.

Enseguida la mujer abrió los ojos y puso una expresión enfadada. Con su furiosa mirada buscó en derredor a los causantes del sueño interrumpido y tal arpía se lanzó contra los niños encarcelándolos en una jaula.

- ¡¡¿Cómo se os ocurre quitarme el letigio de un dulce sueño?!!

Los niños no consiguieron contestar por el pánico que les atenazaba el dulce corazón y en contrapartida la bruja blanca se puso más furiosa.

- ¡Con un deseo mío os puedo quitar el derecho a vivir y estaréis condenados a servirme como esclavos, ¡¡para siempre!!!

En la mente de la niña se dibujó la cara preocupada de la madre.

- ¡¡¡No!!! ¡Tengo que llegar a casa antes de la noche!

La Bruja Blanca se quedó un poco turbada y miró al niño.

- ¡Lo ha dicho ella!- dijo el niño temiendo que con las mismas ella le matara con la mirada que le ha echado.

- Bueno, sigo estando cansada. A ver si seguís vivos para cuando me despierte dentro de cientos de años.

Y se fue a otra habitación mientras se convertía de nuevo en un bloque de hielo.

La niña no sabía qué hacer, tenía que salir de ahí como fuera pra no preocupar a su mamá.

Finalmente se le ocurrió una brillante idea. Le pidió al bastón que se convirtiera en llave para abrir el cerrojo. Así fue como salieron de allí y llegaron a casa guiados nuevamente por el palo.

Le contó todo a su madre y la madre le sonreía mientras se lo contaba y la niña pensaba que no le creía, pero lo que no sabía la niña es que se había encontrado con un antepasado suyo con quien tendrá que pasar una prueba para hacerse mayor.

La madre no quería estropearle la sorpresa y le alentó para que hiciera más excursiones poniendo mucho cuidado y teniendo el palo siempre cerca.

No hay comentarios: